Politica
Javier Corral: El rostro de la doble moral política en México. “Sé el gobernador que fui, de una intransitable honestidad personal.”

En política, pocas cosas son más peligrosas que un farsante con discurso moral. Javier Corral Jurado se ha vendido durante años como un adalid de la ética, un cruzado contra la corrupción, un paladín del periodismo libre. Pero bajo el barniz de su “intransitable honestidad personal”, se esconde un personaje turbio, calculador, y —según denuncias serias— vinculado incluso a crímenes de Estado.
El exgobernador de Chihuahua y actual senador por Morena, ha sido objeto de críticas por su presunta intervención en la selección de magistrados para el Tribunal Estatal Electoral de Chihuahua. Recientemente, el senador panista Mario Vázquez presentó en el Senado una grabación en la que Corral, solicita a la abogada Adela Jiménez favorecer un receso en el pleno del Tribunal Superior de Justicia para evitar perder una votación, comprometiendo así los principios de imparcialidad y transparencia que deben regir estos procesos.
La candidatura de Adela Jiménez a una magistratura electoral fue rechazada por el Senado, al no alcanzar la mayoría calificada necesaria. Vázquez argumentó que Jiménez carecía de los requisitos mínimos para el cargo y mantenía vínculos con Corral, lo que generaba un conflicto de interés.
Este episodio resalta las contradicciones en la trayectoria política de Corral, quien ha sido señalado por presunto enriquecimiento ilícito y por su cambio de afiliación del PAN a Morena. Su defensa ante las acusaciones de Vázquez, calificándolo como un instrumento de consigna, no ha mitigado las críticas sobre su conducta y decisiones políticas.
La situación actual de Corral en el Senado pone en entredicho su compromiso con la transparencia y la legalidad, aspectos fundamentales en la función pública.
Durante una intervención, Corral declaró con toda la soberbia que lo caracteriza:
“Sé el gobernador que fui, de una intransitable honestidad personal.”
Las redes no tardaron en bautizarlo: tranzitable, porque si algo ha sido Javier Corral a lo largo de su carrera, es un político oportunista, adaptable a conveniencia, y transitable entre partidos, pactos, traiciones y silencios.
El crimen de Miroslava y el silencio selectivo
En 2021, la periodista Patricia Mayorga declaró que el asesinato de Miroslava Breach, ocurrido en 2017, fue planeado desde el gobierno de Chihuahua, implicando directamente a Javier Corral.
“El crimen se hizo desde el gobierno; participó directamente el exgobernador Javier Corral Jurado.”
Una acusación de tal magnitud ameritaría, en un país con justicia funcional, una investigación a fondo. Pero en el México de los privilegios, Corral no solo se deslinda: se pavonea como defensor de periodistas, como si Miroslava no hubiera sido su víctima política más dolorosa.
La doble moral de Corral alcanza niveles escandalosos. Mientras se llenaba la boca exigiendo justicia, mantenía silencio sobre los nexos de su administración con los autores intelectuales del crimen. ¿Qué clase de “honestidad” permite eso?
Político acomodaticio
Durante su gobierno, Corral se enriqueció. Patrimonios dudosos, adquisiciones inexplicables y amistades convenientes marcaron su paso por la administración estatal. Se enfrentó a César Duarte con una narrativa de justicia, pero usó esa bandera para limpiar su imagen y ganar protagonismo nacional, no para transformar las estructuras de impunidad en Chihuahua.
Terminó su mandato como empezó: aislado, con un partido que lo aborrece, y con la 4T viéndolo con recelo, pero listo para seguir apareciendo en el Senado
Conclusión: Un farsante sin patria ni vergüenza: Corral, el “moralista” de utilería.
Hoy, Javier Corral posa en los medios como una figura moral, como conciencia crítica, como comentarista incómodo. Pero sus palabras ya no tienen peso. Lo que fue un discurso de principios, hoy suena a autojustificación.
Su “transitable honestidad personal” ya no engaña a nadie. Ni a los chihuahuenses, ni a los periodistas libres, ni a las víctimas de su gobierno. Corral no es más que un fantasma del viejo régimen, reciclado en el nuevo, aún sediento de reflectores.
Javier Corral quiso ser un hombre de Estado, pero terminó siendo una caricatura del fracaso político, sin partido, sin pueblo, sin proyecto. Aún repite frases con voz solemne, aún se sienta en paneles donde habla de democracia y justicia, pero ya nadie le cree.
La historia no absolverá a los que traicionan desde el púlpito de la ética. Y Javier Corral, con su legado de discursos vacíos, traiciones políticas y casos sin resolver, ya tiene su lugar reservado en el panteón de los impostores.
Porque cuando alguien repite tanto que es honesto… es porque necesita convencer hasta al espejo.